Invertir en basura. Dicho así no suena muy bien, pero la gestión de residuos en un planeta que pide a gritos ser más sostenible, resulta vital, y se ha convertido en una actividad cada vez más relevante y estratégica para los países. No se trata solo del cambio climático, indudablemente propiciado por la actividad humana en el planeta, sino también de los hábitos de vida, de lo que consumimos y de lo que no consumimos, esto es, de la basura que generamos.
Para que se hagan una idea del orden de magnitud: cada día 28.000 toneladas de plástico de “un solo uso” encuentran la manera de llegar a los océanos, aproximadamente 86.000 toneladas de ropa usada terminan en centros de tratamiento de residuos, en cubos de basura o simplemente son tirados en vertederos y 109.000 toneladas de productos electrónicos (equivalente a 68.000 portátiles) son descartados para su uso. Sin duda es un desastre medioambiental, pero a su vez genera grandes oportunidades de negocio.
Obviamente el ser humano ha gestionado basura desde hace miles de años; de hecho, el primer relato sobre el particular, data del año 3.000 AC, cuando en la ciudad de Cnosos (Creta) se cavaban enormes fosos para tirar los desperdicios. El tratamiento de residuos ha ido evolucionando con el hombre y el devenir de las distintas civilizaciones, hasta llegar a la era actual en la que el foco está puesto claramente en la reutilización y el reciclaje, con muchos avances por realizar aún en los años venideros.
Actualmente, la industria global de la gestión de residuos mueve anualmente 2 Trillones de dólares (12 ceros) y crece a un ritmo del 5,5% interanual, suponiendo EE.UU. la mitad del mercado. Los fondos de Venture Capital han tomado buena nota de este crecimiento y solamente las startups dedicadas al reciclaje se han triplicado en número en la última década.
El negocio de la basura genera ingresos básicamente de 3 formas:
(i) Recolección de basura: aproximadamente el 55% de los ingresos proviene de esta actividad de recolección de contenedores, pasando por las casas, pequeños comercios y grandes empresas.
(ii) Reciclaje: las empresas de gestión de residuos recopilan materiales tales como papel, cartón, cristal y metales para devolver a productores.
(iii) Productos de fin de ciclo: los materiales que no se pueden reutilizar o reciclar son depositados en vertederos o en plantas de gestión de residuos. Los vertederos cobran comisiones de las empresas, particulares y gobiernos, mientras muchas plantas convierten los residuos en producción energética que comercializan a usuarios finales y a otras plantas.
Seguramente se le viene a la cabeza alguna empresa que trata residuos en su región o país, pero conviene saber que se trata de una industria muy fragmentada: en EE.UU. son más de 20.000 empresas las que están involucradas en el sector con distintos alcances geográficos. A principios de los 90 era China la que dominaba la escena mundial, importando el 70% de la basura mundial para su tratamiento, siendo un negocio muy lucrativo. Luego ya en 2018, junto a otros países de Asia, prohibieron la importación de residuos por causas medioambientales y de salud, reorientándose la política de estos países hacia el reciclaje, crucial, máxime en zonas de tan alta densidad de población.
El marco general para la gestión de residuos se ha venido a denominar las “3R’s”: Reducir – Reutilizar – Reciclar. Reducir: bajo este precepto, las compañías consolidadas en productos de consumo para la higiene y la estética, por ejemplo, no paran de invertir en innovación con el objeto de ser lo más saludables posibles, utilizar materias primas de forma respetuosa con el medio ambiente y además, conseguir que el producto final sea biodegradable o reciclable. Pero realmente donde verdaderamente surgen oportunidades de inversión es en las startups que innovan de forma disruptiva, por ejemplo, sin utilizar productos químicos para la elaboración de productos de higiene básicos y empleando envases totalmente reciclables, y por supuesto centrando la venta por el canal online (Humankind es una de ellas).
Reutilizar: casi el 85% de los productos textiles terminan en vertederos cada año, lo que equivale a un camión de basura lleno de ropa quemada o tirada cada segundo. Una mayor concienciación de las generaciones más jóvenes está posibilitando ahora el auge de la economía circular, el mercado de la reventa en este caso, que es el segmento que más crece dentro del textil. En EE.UU. por ejemplo las proyecciones que se manejan son de un crecimiento que va desde el 39% interanual en 2019 suponiendo 7 billones de dólares, a 44 billones para 2029. Y no se trata de plataformas online dirigidas solamente a clientes de baja renta o similar, sino que las hay de ropas de marca dirigidas a clientes adinerados, como puede ser ThredUp, cuyas ventas fueron de 186 millones de dólares en 2020.
Reciclar: se trata de un aspecto cultural y educativo, de conciencia colectiva, que hay que enseñar no solo en los colegios, pero especialmente en casa. Además, no se trata de que las empresas se vuelquen en hacer sus productos al máximo grado posible de reciclaje, sino que tanto los servicios de basura, a nivel municipal, así como en el ámbito doméstico estén suficientemente adaptados para que esta forma de cuidar nuestro entorno resulte natural y no entrañe dificultades en llevarla a cabo. La demanda de productos reciclables va en aumento y las marcas tienen objetivos agresivos de sostenibilidad: por ejemplo, Coca-Cola se ha puesto como objetivo en 2030 confeccionar sus botellas con al menos un 50% de materiales reciclables (actualmente al 20%).
La dificultad del reciclaje está en la recolección y luego en la selección. Según diversos estudios, casi un 90% de los servicios de recogida de basura no realizan su trabajo en el momento adecuado (por defecto o en exceso), esto es, no optimizan la recogida. En cuanto a la recogida, hay empresas diseñando sistemas inteligentes dotados con inteligencia artificial para mejorar la gestión de flotas y el software de rutas, más allá de diseñar contenedores inteligentes. Forman parte del ecosistema de empresas involucradas en la transformación de las ciudades para convertirlas en las denominadas “Smart Cities”, ciudades inteligentes, más sostenibles, más respetuosas tanto con el medio ambiente como con sus habitantes. En lo que se refiere a la selección, hay empresas de robótica especializándose en la separación de la tipología de materiales, utilizando robots que además abaratan el coste de personal a las empresas gestoras.
El reciclaje de la basura electrónica o el E-waste mueve una industria de 16 billones de dólares y que crece al 8,7% interanual. Hablamos de ordenadores, cables, módems, etc. y hay empresas que los limpian, los reparan y luego los revenden a empresas y familias. En 2019, solo se recolectó y recicló un 17,4% del E-waste, con lo que este segmento de la gestión de residuos tiene un enorme potencial billonario.
Sin embargo, no todo son oportunidades, también hay riesgos y amenazas, tales como la seguridad sanitaria de los empleados de las empresas del sector, que están expuestos de forma continuada a productos químicos y otros riesgos biológicos, mas allá de someterse al eventual accidente físico intrínseco a los trabajos manuales. Los empleados a menudo necesitan servicios de bienestar corporal y mental, suponiendo un segmento nicho para estas empresas. Más allá de los riesgos naturales, no hay que perder de vista a empresas ilegales, oportunistas y auténticas mafias que pueden llegar a operar en determinados países en un negocio muy rentable y con un potencial incuestionable. Como retos, por apuntar alguno, está el tratamiento del olor de los residuos que en verano se agrava por la generación de vapores, con lo que hay empresas investigando e innovando en este ámbito, por ejemplo, unos contenedores que aplican el autolavado y desinfección diarios sin la intervención humana.
En definitiva, son muchas las oportunidades de inversión que se pueden encontrar en esta industria. Quién lo iba a decir, quizás entre la basura encontremos un tesoro.