En la medida en que vivimos en un mundo en el que se dan los fenómenos aleatorios y lidiamos con la incertidumbre en muchas facetas de la cotidianeidad, no podemos saber lo que va a pasar en el futuro. No obstante, hay personas que saben interpretar la realidad con mayor claridad que otros, con una visión más concisa sobre las probabilidades de los escenarios a futuro y por tanto evalúan mejor, diferenciando entre las cosas que ocurrirán con una mayor probabilidad, con menor probabilidad y las más improbables. Si se hace este ejercicio con cierta sistemática y se aplica una metodología de selección de activos financieros con rigor, el resultado es que habrá aciertos y desaciertos, pero la clave está en que con el tiempo abunden de forma consistente los primeros.
El futuro es incierto y por tanto no podemos adivinarlo. No obstante, invertimos hoy en función de expectativas de futuro sobre la evolución de las empresas y de sus resultados. Hay inversores que, en un año determinado, literalmente, aciertan aplicando estrategias contrarias al resto, con una idea de inversión concreta, pero, habitualmente, no suelen repetir dicho éxito con otra inversión en el futuro. La industria de la inversión está envuelta de predicciones y estimaciones, pero lo que el consenso estima que va a suceder, habitualmente no sucede y siempre hay imprevistos que se entrometen en el camino de dichas estimaciones. No podemos, ni debemos intentar predecir el futuro, pero sí intentar entender dónde estamos, comprender el presente, el momento del ciclo económico y, por tanto, explotar las sensibilidades actuales del mercado con decisiones tácticas, además de anticipar los efectos que tendrán los acontecimientos actuales en el futuro.
En realidad, no conviene perder el tiempo en estimar lo desconocido, las variables que dependen de múltiples factores e incluso de algunos aleatorios, y me refiero a lo macroeconómico: indicadores decrecimiento y actividad, tipos de interés, divisas, etc. Por otra parte, si conviene esforzarse en dedicar tiempo a analizar compañías, sectores e industrias, conocer su funcionamiento e intentar confeccionar modelos de valoración robustos y rigurosos. Es lo que se conoce como análisis fundamental. En este ámbito, si se puede saber y prever más que en otros y, por tanto, adoptar posiciones fuera del consenso.
Por otra parte, uno de los factores más importantes que conviene tener en consideración es el control del riesgo. No se trata sólo de ganar dinero, sino de estar cómodo con las inversiones realizadas en términos del riesgo asumido. Este es el reto y la marca que define al inversor profesional. Lo que resulta asimismo importante es el comportamiento inversor, dominar las emociones, la aversión al riesgo, el equilibrio entre la ambición y el miedo. La mayoría de los inversores se comportan de forma cíclica, esto es, siguen el ciclo y a las masas, cuando no necesariamente debería ser así. Se podría diferenciar tres etapas en un mercado alcista: (i) la etapa temprana, cuando unos pocos piensan que se producirán mejoras y que el futuro será mejor, (ii) la etapa central, en la que una buena parte de la gente piensa que las cosas mejorarán, y (iii), la tercera, en la que todo el mundo es positivo y se piensa que la bonanza será eterna. En la primera, se puede invertir oportunísticamente con valoraciones baratas y con un potencial de ganancia elevado, en la intermedia, se compra a precio razonable, pero en la última, normalmente se paga caro y luego viene la corrección. Por tanto, en el mundo de la inversión, no se trata solamente de qué se hace, sino cuándo se hace, esto es, comprar a buen precio en el momento adecuado es prácticamente más relevante que la calidad del activo financiero seleccionado si éste ya cotiza a valoraciones exigentes.
Cuando los mercados son alcistas y alcanzan máximos, el inversor puede caer en la falsa complacencia de pensar que “no hay riesgo” y precisamente, éste es el mayor riesgo. Otra actitud o estrategia consiste enser “contrario” a los demás porque a priori están equivocados. Comprar mientras otros venden de forma agresiva y vender cuando otros compran de forma agresiva, esto puede funcionar, pero no siempre.
Siempre habrá ciclos y se trata de saber moverse a lo largo de los mismos. La mayoría de los ciclos alcistas terminan de forma abrupta, tras un exceso, viene una corrección. ¿Por qué sucede? Por las personas, no olvidemos que los mercados y la economía están movidos por personas que interactúan y tienen emociones. Muchas veces las valoraciones bursátiles van por delante de la creación de valor de las propias compañías, si el sentimiento inversor y empresarial es positivo, generando excesos en los mercados, a los que seguirán las correcciones.
Los precios de los activos están determinados por la interacción entre los fundamentales y la psicología inversora. Conviene determinar el valor intrínseco de los activos. Los ciclos no son todos iguales, la historia no se repite, pero hay patrones que conviene tener identificados, que, si se tienen en consideración, nos permitirán ir por delante del mercado y sacarle ventaja. Por ejemplo, en un ciclo alcista, hay elementos comunes: el optimismo, lleva los precios por encima del valor intrínseco; la aversión al riesgo, que es además un factor muy importante. Cuando la aversión, está presente, por regla general, los inversores adoptan una actitud conservadora en sus hipótesis, analizan a fondo, establecen un margen de seguridad, etc., el mercado funciona bien. Por el contrario, cuando los inversores son tolerantes, aumenta el riesgo de mercado y el miedo a quedarse fuera del rally, doblega al miedo de perder dinero, es entonces cuando los inversores dejan de actuar racionalmente. Otro elemento común, es la abundancia de capital o liquidez, que necesita rentabilizarse.
Pero realmente ¿qué señales nos invitan a pensar que es el momento de invertir? Ciertamente, cuando el ánimo y la psicología nos dicen lo contrario, esto es, cuando los mercados están en mínimos de la corrección. En esos momentos, se dan señales como: la ausencia del optimismo inversor, elevado grado de miedo, pobre comportamiento bursátil reciente, pérdidas notables, excesiva aversión al riesgo y reticencia a aportar capital.
Actualmente, estamos en un contexto de mercados y sistemas financieros “intervenidos” por los bancos centrales que actúan de guardianes dela estabilidad, impulsando los tipos cero durante unos años e inyectando liquidez de forma ingente para animar a la economía real. Esto ha hecho que los inversores sean más proclives al riesgo para intentar obtener las rentabilidades de antaño. No existe la fórmula mágica, estamos en un entorno de bajas rentabilidades y elevado riesgo. ¿Qué hacer entonces si se espera una corrección? Esperar menores rentabilidades con las inversiones habituales, reducir el riesgo y esperar la corrección para entrar, así como complementar la inversión con estrategias de nicho de la mano de especialistas.
Si bien el triunfo de la inversión “low cost” o indiciada vía ETFs es un hecho constatable, seguimos abogando por la gestión activa humana, que en mi opinión sigue aportando valor añadido, en dos aspectos principalmente: (i) en la selección de activos, esto es, incluyendo en cartera mayor proporción de activos que lo harán bien, (ii) en el posicionamiento táctico de ciclo: asumiendo mayor riesgo cuando los mercados suben y viceversa.
Otros consejos básicos son: invertir a largo plazo, no dejarse llevar por las emociones, centrarse en los fundamentales e invertir siempre en negocios entendibles y valorables. Ante la pregunta de cuál es la mejor inversión, me ciño al consejo del gran Warren Buffet: “invertir en uno mismo”, dado que “el dinero no lo es todo”.