Hace 7 años fundé Cross Capital EAFI (Empresa de Asesoramiento Financiero) para dar servicio a particulares, familias, empresas, organismos, family-offices y fundaciones ubicadas principalmente en las Islas Canarias, tras haber dedicado ocupando cargos directivos en el sector bancario más de 15años a la tesorería, gestión de carteras, finanzas corporativas, mercados de capitales y banca de inversión en el sentido más amplio. Antes de lanzarme, realicé un pre-sondeo entre empresarios con los que había tratado en dicha etapa y me llevé una pequeña decepción, pues no le veían mucho futuro a una empresa de servicios de inversión regulada y supervisada por la CNMV y el Banco de España, que iba a desarrollar su actividad en el archipiélago. Me animaban a que me volviera a Madrid o Londres como plazas más receptivas y de menor riesgo para mi como empresario. Aún así, me embarqué con plena convicción en un proyecto empresarial que se ha consolidado como empresa de referencia incluso a nivel nacional, tras una travesía compleja, dado que no es fácil competir con la banca tradicional, por un lado, los chiringuitos financieros por otro y finalmente con el intrusismo profesional en una sociedad que sigue “muy bancarizada” y prácticamente con visión túnel. Aún así y todo, desde su inicio, Cross Capital ha asesorado patrimonios y operaciones corporativas e institucionales por más de 650 millones de euros y cuenta con más de 60 clientes y más de 300inversores.
El asesoramiento financiero es una actividad regulada, tanto en materia de inversión, como en el ámbito de finanzas corporativas, que está recogido en los denominados servicios auxiliares, según el argot de la CNMV. Bien es cierto, que la consultoría a empresas prestada en formato de actividad exclusiva que, en muchos casos, engloba servicios propios de las finanzas corporativas, no necesariamente implica estar sometida a organismos supervisores, dependiendo cómo se articule. No obstante, desde el punto de vista del consumidor, claro está que es mejor ponerse en manos de empresas que asesoran cumpliendo con una estricta normativa europea y estándares de prácticas internacionales.
A nadie se le escapa que la actividad comercial bancaria tradicional está en declive desde hace más de 10 años, efecto ampliado por la Gran Crisis Financiera, los niveles mínimos de tipos de interés y un sector sobredimensionado, que ni reduciendo su red comercial de sucursales y plantilla en más del 40% en la última década, ha regresado a niveles de rentabilidad aceptables para sus accionistas. Para solventar este contexto, han abogado por la comercialización de productos y servicios generadores de comisiones, centrados básicamente en medios de pago, fondos de inversión y seguros, pero también “innovando”, vendiendo otro tipo de productos, tales como viajes, tecnología, etc. El caso es que, ante la creciente exigencia normativa y el estrechamiento de márgenes, no han sabido reaccionar a tiempo frente a nuevos jugadores de mercado, como las Fintechs, las Big Techs (Apple, Google, Amazon, etc.) o incluso las ESIs (Empresas de Servicios de Inversión), que aglutinan las Agencias y Sociedades de Valores y las EAFIs, que, aunque representan una mínima parte del mercado, siguen ganando cuota. No podemos olvidar tampoco, otros actores que llegan donde la banca no lo hace, tales como los fondos de capital riesgo, los fondos de crédito, fondos inmobiliarios o los business angels.
Por tanto, el mundo ha cambiado y el ecosistema financiero se está transformando a un ritmo vertiginoso. No obstante, lo anterior, durante estos 22 años que llevo en la industria, en los que ha acontecido de todo, han permanecido siempre inalterables algunos elementos que ya parecen formar parte del entramado del sector: los chiringuitos financieros y el intrusismo profesional. Dos personajes, a los que la desidia o la aceptación implícita han dado carta de naturaleza en el ecosistema financiero.
Habiéndonos acostumbrado a ello, la coexistencia de profesionales regulados con temerarios aficionados no debe considerarse normal. Tampoco la actitud de mirar hacia otro lado ayuda, más bien lo contrario, otorgando impunidad a estos terroristas de las finanzas. No se trata de entidades más o menos solventes o con mayores o menores habilidades en la gestión financiera. Son -como los define la CNMV en sus guías informativas– simple y llanamente, estafadores.
Chiringuitos financieros e intrusismo profesional son pareja de baile. Se retroalimentan y nos toca convivir con ellos. Contra ese “chiringuismo” todos deberíamos estar a una: profesionales, clientes y autoridades supervisoras. Tenemos vías para denunciar su situación irregular ante la CNMV, la de “entidades no registradas ni supervisadas”. Evitaríamos así un peligro latente para los inversores y un intrusismo inadmisible para los profesionales.
El intrusismo en el ámbito del asesoramiento financiero vs cualquier otro ámbito profesional es prácticamente inaudito. ¿Se imaginan ustedes cientos de médicos, abogados o ingenieros ejerciendo sin control en sus ámbitos de especialización profesional? La alarma social y los posibles perjuicios ocasionados lo imposibilitarían, mientras en nuestro sector, “asesorar” sobre gestión de patrimonios o sobre operaciones financieras de empresas (sin tener la formación y acreditación adecuada) se viene haciendo durante décadas, con total descaro y alevosía.
Por su parte, la propia CNMV en 2018 creó un canal de denunciasen el que todos podemos facilitar información de forma anónima sobre presuntas infracciones de normas de ordenación y disciplina de los mercados de valores ya la que deberíamos acudir sin un ápice de inquietud o remordimiento para el correcto funcionamiento de los mercados y empresas del sector financiero. No dejen de ojear los recursos que publica la CNMV para la protección del inversor, en concreto, su decálogo para evitar chiringuitos financieros que debería ser de obligado conocimiento para cualquier inversor.
Desde el punto de vista de los clientes conviene ser reiterativos en la imperiosa necesidad de extremar la prudencia, nunca conformarse con poca o poco clara información y, antes de contratar a nadie, preguntar y acudir a los registros oficiales para comprobar si individuos o entidades están registrados y supervisados adecuadamente, es más, y contrastar su acreditación, trayectoria profesional, etc. Desconfiar de rentabilidades exorbitadas, informarse, preguntar activamente, obtener información por escrito, no dejarse deslumbrar por anglicismos o páginas web sofisticadas, etcétera. Cosas simples, pero que, con demasiada frecuencia, los inversores olvidan. En un entorno de plena transformación digital, conviene agudizar los sentidos frente a iniciativas innovadoras, relacionadas con las criptomonedas, blockchain, cannabis o el último grito cibernético de turno. Las ciberestafas están a la orden del día.
Por la parte de las autoridades y, en lo que a nuestro país se refiere, la actividad profesional ha ganado enteros de solidez con los requerimientos de formación y certificaciones autorizadas para el ejercicio del asesoramiento financiero que supervisa la CNMV en línea con la directiva MIFIDII, en vigor desde enero de 2018. Asimismo, las facultades de inspección y supervisión del regulador, deberían verse reforzadas lo antes posible para evitar la proliferación de multitud de figuras que ejercen el asesoramiento financiero de manera totalmente paralegal. Aún y pese a ello, con los medios existentes se están dando pasos en el buen sentido y las iniciativas de supervisión y control se están multiplicando desde hace un tiempo. En España, el regulador advierte de forma continuada de la infinidad de entidades no registradas que operan o pretenden operar en nuestro país, información que difunde por medios tradicionales y en su web.
En conclusión, este aviso a navegantes debería calar en la sociedad. De esta forma todos ganaremos en tranquilidad y el sector ganará en eficiencia, prestigio, seguridad y confiabilidad. Esperamos haber contribuido a difundir la realidad, advirtiendo a los que sientan aludidos.